Automoción. “Sector maldito a evitar”. Esto es lo que inmediatamente pensarán muchos de ustedes cuando lean esto. ¿Automoción? ¿Qué futuro tiene? Todo parecen incertidumbres. Pero a veces – muchas veces – las cosas no son lo que parecen…
Necesitamos recordar de dónde venimos…
Y es que antes de que la palabra “COVID-19” apareciera en nuestras vidas, en la industria ya contábamos con nuestros propios innombrables, esos fantasmas que, en forma de cambios estructurales, se cernían sobre el sector. Son todas esas mega tendencias sectoriales que nos amenazaban con ese abstracto concepto de la disrupción, pero con la muy tangible realidad de las grandes inversiones: electrificación, hibridación, coche autónomo, coche conectado, reducción de emisiones…
Por no hablar del hecho de que el sector, históricamente muy atomizado, lleva años funcionando con evidente sobrecapacidad, especialmente alta desde el pico de producciones de 2017, lo que nos ha generado a los suppliers una presión de precios creciente y significativamente mayor que la histórica.
… y entender dónde estamos…
Y por si no teníamos suficiente con nuestros retos sectoriales, en 2020 aparece el COVID-19, una variable exógena que viene a convertir el chaparrón en la industria automovilística en una tormenta perfecta.
Ahora nos enfrentamos a la gestión de la gran inversión necesaria en tecnologías futuras, en condiciones de sobrecapacidad sectorial, a la vez que resistimos la pandemia y la recesión económica asociada.
¡¿Quién da más?!
Pero hasta las tormentas perfectas amainan y ésta también lo está haciendo. Poco a poco. Con pequeñas grandes noticias cada día, con paso firme y dejándonos cambios que han venido para quedarse. Cambios que estamos entendiendo y a los que nos estamos adaptando.
Tenemos el dudoso honor de ser un sector donde el darwinismo no perdona. Y es que la evolución – sea buscada o sobrevenida – está en nuestro ADN.
Y aquí estamos, con cada player realizando su particular stress test de su modelo de negocio para chequear si es válido tal y como está definido o si hay que corregir el rumbo de la nave (cuántos planes de reestructuración hemos visto lanzar últimamente…). Nos encontramos con el reto de recuperar rentabilidades ante la certeza de que tendremos que hacerlo sin la vuelta a corto plazo de los volúmenes. Nadie dijo que fuera fácil, en este sector nada nunca lo es.
Sí sentimos en estos momentos el apoyo (aunque nunca se siente suficiente, esa emoción tan humana…) de las instituciones para implementar esos cambios necesarios de forma gradual en un sector que solo en España supone un 10% del PIB (casi el 8% a nivel europeo) y un 9% de la población activa (7% a nivel europeo). Cambios para dotar de competitividad a una industria en transición hacia una economía más sostenible, una industria que con más de 60.000 millones de euros invertidos cada año, es el mayor inversor privado en innovación de la UE.
Y por supuesto, aprovechando la ocasión, no podemos dejar de recordar que nuestra necesaria evolución tendría un contexto más fácil si los Gobiernos renunciaran a poner al libre comercio trabas que cuestan al sector millones de euros en operaciones comerciales perdidas, evitaran divergencias regulatorias significativas entre geografías y regularan con sentido común para evitar que el consumidor final esté tan confuso como para retrasar la compra de un vehículo nuevo mientras su vehículo actual envejece y contamina (¿a alguien le suena la situación?).
… para definir a dónde vamos y quiénes vamos a ser.
La evolución implica estar en continuo movimiento, innovando y creciendo para progresar. Y en la industria automovilística continuamos demostrando que, ante cada dificultad, el éxito es estar en constante evolución.
A medio plazo, la industria habrá salido reforzada de esta crisis y con una mochila más ligera.
Se habrá reducido, aunque involuntariamente, la excesiva sobrecapacidad del sector.
Habrá concentración, habrá menos players y serán players de mayor tamaño, más fuertes, más diversificados, más internacionalizados, con más cuota de mercado y con mayor resiliencia de cara a próximas crisis.
Habrá players con lecciones magistrales aprendidas sobre fortaleza del balance, liquidez, control del Capex, optimización del circulante operativo o las ventajas de los costes fijos contenidos y las estructuras lean.
Habrá también colaboraciones estratégicas. El COVID-19 ha puesto el foco en la imperiosa necesidad de mantener una saneada situación financiera que aguante envites inesperados y llevará de forma natural a alianzas que racionalicen grandes inversiones que de otra forma no hubieran encontrado retorno.
Habrá tendencias que se aceleren y otras que tomen la vía de servicio: si algo nos ha quedado claro es que los recursos son finitos y hay que establecer prioridades.
Llegará la recuperación económica, volverán los volúmenes, tendremos nuevas regulaciones, los consumidores mostrarán nuevas preferencias, las normas sociales quedarán alteradas… y en la industria habremos evolucionado para adaptarnos. Como tantas veces antes.
“El hombre se descubre cuando se mide contra un obstáculo”, nos decía Antoine de Saint-Exupéry. Está claro que nuestro sector también.
Solo tienen que esperar y observar… o invertir ahora y recoger los frutos del fabuloso trabajo que todos y cada uno de los players del sector estamos desarrollando. Ustedes deciden.